Un libro de poemas

UN LIBRO DE POEMAS (1)

Por J. Iborra

Se complacía el primer número de Claustro en ofrecer al público universitario una muestra del fino talento poético que posee Joan Fuster. Ahora lo acabamos de ver confirmado en un libro de versos que publicó a fines del año pasado. Su exposición en los escaparates de las librerías no ha recibido de la prensa valenciana la jubilosa acogida que por su valor merece. Nosotros queremos, desde este rincón, llenar esta imperdonable deficiencia de la crítica local.

La obra de Joan Fuster es buen ejemplo de los pocos en que poesía e idioma se necesitan y se sirven mutuamente. Hubiera perdido mucho —no en calidad, sino en sabor— de haber sido escrita en otra lengua. El castellano, verbi gratia, no habría logrado tanta fuerza expresiva ni tanta plasticidad en las imágenes como requería la lírica de Fuster. Su universo poético es seco, duro, áspero; su canto es un cant ferit. No sólo es que aparecen con frecuencia estos adjetivos, aplicados a las mismas flores —calmes seques, boira dura, finestres dures, aspres violetes, rosa dura, agres geranis— sino que los mismos sustantivos nos sugieren idénticas sensaciones: terra, cendra, sorra, argila, sutja, brossa… Otras muchas expresiones siguen matizando y enriqueciendo en este sentido la poesía de Fuster: ales espesses, dits tèrbols, el matí es fa espès, nit espessa, matins tan buits, coses buides

No hay dulzuras, ni colores, ni aromas, ni cantos alegres, ni pájaros. Tan sólo están

els rossinyols clavats sobre ma vida

els falziots… buscant un últim tros de sol amic.

Las flores son incertes, sense nom, sense figura. Sólo las flores mustias existen:

no existeixen més roses que les mústigues.

Y es que el poeta canta, en otoño, cuando el día languidece:

M'agrada la tardor: la llum i els arbres,

parant-se dolcament, de ben madurs…

Aquest trossets de tarda des d'on sent

Déu com una carona sobre els polsos…

Cap al crepuscle, quan les roses cremen…

Porque es entonces cuando las cosas empiezan a perder sus formas y colores, cuando

el món és tot perfil, més escampat

y todo busca las sombras para morir:

La ciutat… morint a poc

a poc, passant

amb melangia, derrocats els límits.

El mismo poeta comienza

a comprendre i a morir-me.

Todo se encuentra difuminado en un gris incierto (nada de crepúsculos sangrientos); todo está buit, incert; todo es innombrable, interminable, y los límites desaparecen:

No hi ha entre cendra i pit més que un tel ràpid…

Ací no enyore res, ni amor, ni límits…

El motivo principal de la poesía de Fuster, com el de toda poesía trascendente, es la muerte. Una muerte que le escuece, que siente como un dolor físico concreto, como una espina clavada en sus huesos:

Jo sé, Senyor, que muir immensament

d'aquesta mort que duc fixa, sencera

entre els ossos i el vol…

No acaba de creer en su cuerpo, en su más inmediata apariencia de carne:

M'estranye de saber-me

vestit de carn, carn trèmula i remota,

Y afirma que se le convierte la sang en sorra inerme. Por eso, por sentirse él de arcilla y arena nos dice:

I per a què una veu només d'argila,

per a què aquesta rosa dòcil, dura?

Ahora vemos que los versos de Fuster parecen nutrirse de la tierra y crecer en ella como arrels crispades. Esto nos introduce a la entraña surrealista de su libro: alas, manos —manos que crecen como raíces jóvenes—, dedos —dits tèrbols, dits clivellats—, raíces, cabelleras —convertides en dits—… Su poesía es un grito, pero un grito pensando —aquest crit que ara pense—, medido, de ritmo tranquilo. Un grito que busca la paraula exacta, com un cercle, la palabra en la que el poeta se quiere sentir:

Vull ja sentir-me, amic, en la paraula

teua, dins la paraula teua o meua.

Porque sólo la palabra es eterna:

Passaran nacions, espigues, mines,

i només romandran que les paraules.

El libro está dividido en tres partes. He analizado principalmente la primera. Las otras dos son poemas amorosos: de tono pesimista, la segunda; de colores optimistas, la tercera. De la segunda:

Pero ja no puc més,

i un prec celebra

la inútil esperança

i un obscur madrigal se m'acumula

entre les dents…

De la tercera:

Tot se m'anuncia com una florida,

com una sang tendra que em cenyís breument.

I et tinc vora els llavis: què més és la vida?

Como vemos, se trata de una poesía sincera y viva, que, a la altura de los tiempos, trasciende el manido costumbrismo regionalista y se inserta en las corrientes modernas de la poesía universal.

(1) Joan Fuster, Ales o mans. Ed. Torre, Valencia, 1949.